sábado, 11 de agosto de 2012
El alquequenje
Aunque es una planta naturalizada en Europa, y de hecho el cultivo del alquequenje se extiende por todo el litoral mediterráneo, es un fruto casi desconocido en España y rara vez hace su aparición en nuestros mercados, estando considerado a todos los niveles, como un fruto exótico más de cuantos esporádicamente aparecen al consumo, apreciado más como "novedad" —si circunstancialmente se encuentra en algún establecimiento especializado— que por sus cualidades gustativas, ya que ofrece generalmente un intrascendente sabor agradable, ligeramente acidulado, que recuerda de algún modo el gusto del tomate.
El alquequenje se presenta encerrado en un cáliz en forma de vejiga, con cinco o diez costillas muy marcadas, que cobija en su interior una baya pequeña y esférica, lisa y de color tímidamente anaranjado, en algunos casos sensiblemente rojiza, y con cierto parecido a la cereza. Aunque la pulpa ofrece una discretísima cantidad de vitaminas A y C desde un punto de vista higiénico, son más aprovechables para el organismo las propiedades laxantes y diuréticas que indudablemente ofrece su consumo. Según viejos textos de medicina medieval, con las hojas de la planta se obtenía "el vino de alquequenje" resultando la medicina ideal para conseguir una cura diurética y laxante.
Aunque puede ser comido al natural como cualquier otro fruto, su principal aplicación la encuentra en la elaboración de mermeladas y compotas o bien como complemento para preparados de repostería.
Aunque la planta vegeta espontánea con toda normalidad, en ribazos y colinas de Castilla, Cataluña, Aragón y sur de la Península, no se conocen cultivos importantes y sólo a título de capricho en fincas privadas, sobre todo de levante, Málaga y Granada debido principalmente a su bello porte ornamental, existen pequeñas plantaciones, pero suficientes para que cada año de manera intermitente haga acto de presencia el fruto en los mercados locales o cercanos a la zona de producción, en los meses de septiembre a octubre.
Es un fruto originario del Caúcaso y de la China, de donde pasó a América del Norte, habiendo tomado allí una forma espontánea. En Europa se encuentra en las zonas mediterráneas donde el clima se hace más dulce y también más al norte, en los países de la Europa central. Prospera en los bosques a partir del nivel del mar hasta la altitud en que lo hace el castaño.
Remontándose a los cuadros históricos, el alquequenje se encontraba en los
mercados de París en el año 1554, formando con otras flores bellos ramos verdes muy decorativos, que eran empleados como regalo.
Con más de cien especies, el alquequenje compone el género "PHISALIS" clasificado por Linneo en 1735. La etimología de su nombre debe buscarse en una palabra antigua que se pronuncia "Phisan" que significa "vejiga", tal vez motivado por el aspecto de su envoltura, que esconde el fruto a los depredadores, tales como pájaros y otros animales. No debió ser conocido el fruto por griegos y romanos, ni tampoco por otras civilizaciones del Oriente medio, ya que no existe alusión alguna en los escritos referida al alquequenje. El fruto comenzó a ser conocido en la época de los grandes descubrimientos geográficos y los exploradores del Nuevo Mundo lo difunden y propagan con nuevas plantas traídas de América.
El género PHISALIS de Linneo comprende especies de la familia de las SOLANACEAS, tribu de las SOLANEAS y subtribu de las SOLANINAS; son hierbas lampiñas o peludas de pelos estrellados, con hojas sencillas, de vez en cuando lobuladas, corola blanca, amarillenta o violeta. Incluye unas cuarenta y cinco especies de porte muy parecido, la mayoría de regiones cálidas de América. El PHISALIS ALKEKENGI se ha extendido por toda Europa y Asia y es conocido vulgarmente también por agnaymartu o vejiga de perro. Unas especies son originarias del Perú, como P. PUBESCENS y otras como P. ANGULATA conocida también por tomate de invierno, proceden de la India.
martes, 7 de agosto de 2012
El anón
Un fruto tropical de características parecidas a la chirimoya, pariente cercano de ella, pero menos delicado y de más fácil cultivo, siempre que las condiciones climáticas le sean propicias.
El anón es de forma esférica o acorazonada del tamaño de un puño, con pericarpio escamoso y cóncavo, de color verdoso claro que encierra una pulpa blanca, de sabor muy agradable y exquisito aroma, que envuelve numerosas semillas negras. A cada escama convexa de su piel corresponde generalmente una semilla, siendo ésta la razón por la que resultan excesivas y se hacen molestas al ser consumido el fruto. Pero como todas las ANONACEAS ofrece un grato sabor, y su pulpa, gelatinosa y compacta a la vez, supone un bocado exquisito, que resulta aceptado por el paladar en el primer encuentro con el fruto. Está considerado como el mejor de todas las anonas tropicales, superado solamente en aroma y sabor por la chirimoya, que no es tropical.
El anón es absolutamente desconocido en España, como desconocido es en toda Europa, debido a su alta condición perecedera no creyendo que en el futuro pueda correr mejor suerte este magnífico fruto, ya que por su gran parecido con la chirimoya, y por las dificultades que tendría su cultivo en las zonas subtropicales españolas, por tratarse de un árbol puramente tropical, nos hace intuir que el anón seguirá siendo un fruto extraño en todo el continente europeo, también en los tiempos venideros; y será difícil que algún día sea importado para su comercialización, toda vez que la chirimoya tiene unas cualidades gustativas muy superiores y puede encontrarse con toda comodidad en cualquier mercado de nuestro continente. Aunque en Canarias vegeta algún árbol desde muy antiguo, la calidad del fruto es muy deficiente, tal vez por la falta de calor que requiere la planta y también la justifica el que cuantos ensayos se han venido realizando en la Costa del Sol para intentar su cultivo, han sido auténticos fracasos.
Resulta un fruto de ciertos valores alimentarios por su riqueza en azúcares, siendo insignificante su acidez, ofreciéndose como un alimento fosfatado natural. Su consumo en fresco es delicioso, y se presta, aunque raramente, para la fabricación de helados. Está considerado como planta medicinal. Los frutos verdes desecados y pulverizados, como contienen tanino y substancias astringentes, son insecticidas y emetocatárticos.
Se cultiva con gran difusión en las Antillas, México, Brasil, Colombia, Perú y Puerto Rico, así como en otros países de la América tropical y es en Cuba donde consigue su mayor popularidad, siendo conocido el fruto en algunos países europeos por el sobrenombre de anón cubano. Está muy extendido su cultivo por todas las zonas tropicales del globo, especialmente en la India, aunque no es nativa de esa parte del mundo, en donde la comparan con las mejores variedades de mango por su sabor exquisito y su aroma fragante.
Otra variante de este fruto es el mamón o anón pelón, conocido científicamente por ANNONA RETICULATA, y llamado vulgarmente en Cuba mamón y en Colombia corazón, estando el fruto caracterizado por su colorido algo amarillento y el sabor dulzaino de su pulpa, pero de propiedades menos alimenticias y menos apreciado que el anón. También es pariente de la guanábana, pero no sirve para la elaboración de bebidas como ésta, ya que el anón solamente puede ser consumido como fruta fresca.
El árbol, conocido vulgarmente por anón, pertenece a la especie ANNONA SQUAMOSA y alcanza alturas de 4 a 6 metros, habiendo sido originario de Perú, Colombia, y las Antillas. La planta prospera bien en terrenos pobres y pedregosos, pero prefiere los ricos, sueltos y profundos, donde no se estanque el agua. Es planta de climas calientes y fructifica a los cuatro años.
El anón es de forma esférica o acorazonada del tamaño de un puño, con pericarpio escamoso y cóncavo, de color verdoso claro que encierra una pulpa blanca, de sabor muy agradable y exquisito aroma, que envuelve numerosas semillas negras. A cada escama convexa de su piel corresponde generalmente una semilla, siendo ésta la razón por la que resultan excesivas y se hacen molestas al ser consumido el fruto. Pero como todas las ANONACEAS ofrece un grato sabor, y su pulpa, gelatinosa y compacta a la vez, supone un bocado exquisito, que resulta aceptado por el paladar en el primer encuentro con el fruto. Está considerado como el mejor de todas las anonas tropicales, superado solamente en aroma y sabor por la chirimoya, que no es tropical.
El anón es absolutamente desconocido en España, como desconocido es en toda Europa, debido a su alta condición perecedera no creyendo que en el futuro pueda correr mejor suerte este magnífico fruto, ya que por su gran parecido con la chirimoya, y por las dificultades que tendría su cultivo en las zonas subtropicales españolas, por tratarse de un árbol puramente tropical, nos hace intuir que el anón seguirá siendo un fruto extraño en todo el continente europeo, también en los tiempos venideros; y será difícil que algún día sea importado para su comercialización, toda vez que la chirimoya tiene unas cualidades gustativas muy superiores y puede encontrarse con toda comodidad en cualquier mercado de nuestro continente. Aunque en Canarias vegeta algún árbol desde muy antiguo, la calidad del fruto es muy deficiente, tal vez por la falta de calor que requiere la planta y también la justifica el que cuantos ensayos se han venido realizando en la Costa del Sol para intentar su cultivo, han sido auténticos fracasos.
Resulta un fruto de ciertos valores alimentarios por su riqueza en azúcares, siendo insignificante su acidez, ofreciéndose como un alimento fosfatado natural. Su consumo en fresco es delicioso, y se presta, aunque raramente, para la fabricación de helados. Está considerado como planta medicinal. Los frutos verdes desecados y pulverizados, como contienen tanino y substancias astringentes, son insecticidas y emetocatárticos.
Se cultiva con gran difusión en las Antillas, México, Brasil, Colombia, Perú y Puerto Rico, así como en otros países de la América tropical y es en Cuba donde consigue su mayor popularidad, siendo conocido el fruto en algunos países europeos por el sobrenombre de anón cubano. Está muy extendido su cultivo por todas las zonas tropicales del globo, especialmente en la India, aunque no es nativa de esa parte del mundo, en donde la comparan con las mejores variedades de mango por su sabor exquisito y su aroma fragante.
Otra variante de este fruto es el mamón o anón pelón, conocido científicamente por ANNONA RETICULATA, y llamado vulgarmente en Cuba mamón y en Colombia corazón, estando el fruto caracterizado por su colorido algo amarillento y el sabor dulzaino de su pulpa, pero de propiedades menos alimenticias y menos apreciado que el anón. También es pariente de la guanábana, pero no sirve para la elaboración de bebidas como ésta, ya que el anón solamente puede ser consumido como fruta fresca.
El árbol, conocido vulgarmente por anón, pertenece a la especie ANNONA SQUAMOSA y alcanza alturas de 4 a 6 metros, habiendo sido originario de Perú, Colombia, y las Antillas. La planta prospera bien en terrenos pobres y pedregosos, pero prefiere los ricos, sueltos y profundos, donde no se estanque el agua. Es planta de climas calientes y fructifica a los cuatro años.
lunes, 6 de agosto de 2012
El cacahuete
También conocido coloquialmente por los nombres de maní, cacahué, alfóncigo de tierra y cacao de tierra, es el cacahuete un fruto muy apreciado y popular en la mayoría de los países de la Tierra, y particularmente en especial en las regiones cálidas del globo, ya sean zonas tropicales como subtropicales, donde su cultivo adquiere dimensiones comerciales de importancia, gracias a las múltiples aplicaciones que ofrece.
El fruto se presenta normalmente en un tamaño manejable, cuya longitud no excede de 3 cm. en general y una cáscara ligera, reticulada, de color amarillento, con abultamientos en cada uno de los lugares donde se alojan las semillas —casi articulada— y muy frágil a la presión de los dedos cuando se pretende extraer dichas semillas; éstas, que en número de una a cuatro, se encuentran situadas en cada uno de los abultamientos mencionados, son de forma oblonga, aceitosas y feculentas, recubiertas de una pielecilla rosada, fácilmente desprendible. Cuando el cacahuete es consumido en fresco, es decir, crudo, tiene un sabor amargo y un olor desagradable; pero tostado o frito ofrecen un gusto muy grato, que recuerda ligeramente al de la almendra.
La producción de cacahuete ha conseguido cierta importancia en diversos países del sur de Europa, sobre todo en Francia, Italia y Portugal, debiendo la introducción de su cultivo en España al arzobispo de Valencia, Fabián de Tuero, en tiempos de Carlos III, habiendo alcanzado las plantaciones que vegetan en la actualidad, un importante valor comercial, principalmente las ubicadas en zonas mediterráneas, entre las que destacan Valencia y Málaga, así como las de Huelva.
Aunque el fruto se encuentra en los mercados durante todo el año, su recolección se inicia al finalizar el verano y es de septiembre en adelante, cuando ofrece su mejor calidad para ser consumido como fruto seco. Sus valores alimentarios son de gran importancia, pues su rico contenido en proteínas y grasa (contiene un 50 % de aceite de excelente calidad) lo sitúan entre los frutos más recomendables, por las especiales cualidades dietéticas que ofrece. Su composición es la siguiente: contiene alrededor del 20 ó 25 % de substancias nitrogenadas; un 50 % de aceite; un 8 % de extractos no nitrogenados y un 2 % de cenizas.
Aunque su consumo, tanto crudo como tostado o salado, tiene una marcada incidencia en todos los países, su mayor importancia la consigue en tantas aplicaciones como ofrece, allí donde se hace necesario el cacahuete con fines industriales, ya que la harina de sus semillas, mezclada con la del trigo, resulta ideal para la elaboración de pan, galletas, tortas e infinidad de formas y bollería del campo repostero, así como en la
preparación de mantequillas. El aceite que se extrae del fruto, además de ofrecer magníficas propiedades para su empleo en guisos de cocina, tiene múltiples aplicaciones para usos industriales. Es indudable que el gran incremento alcanzado en los últimos años en el cultivo de este fruto se debe principalmente a la gran demanda de aceite comestible que se ha creado.
Las variedades de cacahuete más cultivadas en los diferentes continentes son: Virginia, Española, Carolina, así como la Roja Tennessee (destinada ésta, sobre todo, para consumo animal) , siendo los más importantes productores —por sus cultivos a gran escala— la mayoría de los países cálidos como América meridional y Central, Antillas, costa Occidental de Africa, Senegambia, Guinea, Senegal, Egipto, Argelia, Indias Orientales, China, Japón, Cochinchina, Birmania e Islas del Pacifico.
Aunque no se conoce con exactitud la fecha de aparición del cacahuete, es indudable que se trata de un fruto antiquísimo, pues según los historiadores, antes del descubrimiento de América, su consumo constituía uno de tantos alimentos base de las tríbus indígenas del Nuevo Mundo. Tampoco está bien definida la patria de origen del fruto; Pisón dice que de la costa occidental de África, fue transportada la planta a Brasil, desde cuyo país, según Browne, fue llevada a las Antillas. Otros autores afirman que el cacahuete cultivado en Guatemala es oriundo del Asia oriental y que desde allí fue extendiéndose a los diferentes puntos de América. Sin embargo, parece que su verdadera cuna es Brasil, donde crecen espontáneas las diversas especies que constituyen el género y sea quizá una variedad de una de ellas, la CRACHIS PROSTATA cultivada allí desde muy antiguo; en ello coincide también Candolle, quien tras incesante trabajo, trata de disipar las dudas, una vez consultados los testimonios de la mayor parte de los especialistas; después de tener constatada la ausencia de la planta en la antigüedad clásica y en tiempos de los árabes y tras haber comprobado la fecha reciente de cultivo en Senegal, Guinea y otros países africanos, así como en China y Japón, su atención se centró en la región peruano-brasileña, donde por otra parte sirven de inequívoca confirmación los restos de tumbas peruanas, donde se encontraron vestigios del fruto. De Brasil, la planta llegaría a Guinea por mediación de los primeros negreros; y de Brasil también por mediación de los navegantes portugueses, viajó la planta a las islas de Asia y a los demás países donde actualmente se produce. A partir de entonces su cultivo se hizo importante en el contexto africano, como lo demuestra el hecho de que era el alimento habitual, durante varios siglos, de los esclavos negros en la deportación de uno a otro continente.
La planta donde se produce también llamada "cacahuete", es una hierba anual dé 30 a 40 cm. de altura, que pertenece a la familia de las LEGUMINACEAS y a la especie ARACHIS HIPOGEA, que tiene ramas tendidas y fruto en legumbre, cuya cápsula penetra bajo tierra para conseguir un mejor desarrollo y plena madurez.
El fruto se presenta normalmente en un tamaño manejable, cuya longitud no excede de 3 cm. en general y una cáscara ligera, reticulada, de color amarillento, con abultamientos en cada uno de los lugares donde se alojan las semillas —casi articulada— y muy frágil a la presión de los dedos cuando se pretende extraer dichas semillas; éstas, que en número de una a cuatro, se encuentran situadas en cada uno de los abultamientos mencionados, son de forma oblonga, aceitosas y feculentas, recubiertas de una pielecilla rosada, fácilmente desprendible. Cuando el cacahuete es consumido en fresco, es decir, crudo, tiene un sabor amargo y un olor desagradable; pero tostado o frito ofrecen un gusto muy grato, que recuerda ligeramente al de la almendra.
La producción de cacahuete ha conseguido cierta importancia en diversos países del sur de Europa, sobre todo en Francia, Italia y Portugal, debiendo la introducción de su cultivo en España al arzobispo de Valencia, Fabián de Tuero, en tiempos de Carlos III, habiendo alcanzado las plantaciones que vegetan en la actualidad, un importante valor comercial, principalmente las ubicadas en zonas mediterráneas, entre las que destacan Valencia y Málaga, así como las de Huelva.
Aunque el fruto se encuentra en los mercados durante todo el año, su recolección se inicia al finalizar el verano y es de septiembre en adelante, cuando ofrece su mejor calidad para ser consumido como fruto seco. Sus valores alimentarios son de gran importancia, pues su rico contenido en proteínas y grasa (contiene un 50 % de aceite de excelente calidad) lo sitúan entre los frutos más recomendables, por las especiales cualidades dietéticas que ofrece. Su composición es la siguiente: contiene alrededor del 20 ó 25 % de substancias nitrogenadas; un 50 % de aceite; un 8 % de extractos no nitrogenados y un 2 % de cenizas.
Aunque su consumo, tanto crudo como tostado o salado, tiene una marcada incidencia en todos los países, su mayor importancia la consigue en tantas aplicaciones como ofrece, allí donde se hace necesario el cacahuete con fines industriales, ya que la harina de sus semillas, mezclada con la del trigo, resulta ideal para la elaboración de pan, galletas, tortas e infinidad de formas y bollería del campo repostero, así como en la
preparación de mantequillas. El aceite que se extrae del fruto, además de ofrecer magníficas propiedades para su empleo en guisos de cocina, tiene múltiples aplicaciones para usos industriales. Es indudable que el gran incremento alcanzado en los últimos años en el cultivo de este fruto se debe principalmente a la gran demanda de aceite comestible que se ha creado.
Las variedades de cacahuete más cultivadas en los diferentes continentes son: Virginia, Española, Carolina, así como la Roja Tennessee (destinada ésta, sobre todo, para consumo animal) , siendo los más importantes productores —por sus cultivos a gran escala— la mayoría de los países cálidos como América meridional y Central, Antillas, costa Occidental de Africa, Senegambia, Guinea, Senegal, Egipto, Argelia, Indias Orientales, China, Japón, Cochinchina, Birmania e Islas del Pacifico.
Aunque no se conoce con exactitud la fecha de aparición del cacahuete, es indudable que se trata de un fruto antiquísimo, pues según los historiadores, antes del descubrimiento de América, su consumo constituía uno de tantos alimentos base de las tríbus indígenas del Nuevo Mundo. Tampoco está bien definida la patria de origen del fruto; Pisón dice que de la costa occidental de África, fue transportada la planta a Brasil, desde cuyo país, según Browne, fue llevada a las Antillas. Otros autores afirman que el cacahuete cultivado en Guatemala es oriundo del Asia oriental y que desde allí fue extendiéndose a los diferentes puntos de América. Sin embargo, parece que su verdadera cuna es Brasil, donde crecen espontáneas las diversas especies que constituyen el género y sea quizá una variedad de una de ellas, la CRACHIS PROSTATA cultivada allí desde muy antiguo; en ello coincide también Candolle, quien tras incesante trabajo, trata de disipar las dudas, una vez consultados los testimonios de la mayor parte de los especialistas; después de tener constatada la ausencia de la planta en la antigüedad clásica y en tiempos de los árabes y tras haber comprobado la fecha reciente de cultivo en Senegal, Guinea y otros países africanos, así como en China y Japón, su atención se centró en la región peruano-brasileña, donde por otra parte sirven de inequívoca confirmación los restos de tumbas peruanas, donde se encontraron vestigios del fruto. De Brasil, la planta llegaría a Guinea por mediación de los primeros negreros; y de Brasil también por mediación de los navegantes portugueses, viajó la planta a las islas de Asia y a los demás países donde actualmente se produce. A partir de entonces su cultivo se hizo importante en el contexto africano, como lo demuestra el hecho de que era el alimento habitual, durante varios siglos, de los esclavos negros en la deportación de uno a otro continente.
La planta donde se produce también llamada "cacahuete", es una hierba anual dé 30 a 40 cm. de altura, que pertenece a la familia de las LEGUMINACEAS y a la especie ARACHIS HIPOGEA, que tiene ramas tendidas y fruto en legumbre, cuya cápsula penetra bajo tierra para conseguir un mejor desarrollo y plena madurez.
domingo, 5 de agosto de 2012
La cereza
Si las cerezas no fueran un fruto perecedero tendrían una fuerte cotización en el mundillo de la alta costura, o tal vez entre los artistas de la "haute coiffure" y quién sabe si hasta en los negocios de bisutería podría encontrar su mayor dimensión, al adaptar sus frutos naturales a esa hebilla exagerada que a veces la moda impone, o bien como colgante o broche a los que las féminas son tan aficionadas... Y es que, aunque constantemente imitado ese conjunto de cerezas hábilmente recogido por sus rabos, jamás se ha conseguido esa perfecta conjunción de los colores naturales del fruto, ni su brillo exultante, ni la pincelada rosa claro a veces casi blanco que la naturaleza ha sabido imprimir en tan delicados frutos.
Y es que las cerezas, unas veces carmín oscuro casi negro y otras, de color rojo exuberante, suelen pasearse presuntuosas por la mayoría de los mercados de la Tierra, rebosantes del sol que las madura en los largos y cálidos veranos de las zonas meridionales. También su pulpa, unas veces negra o tinta como los vinos de Cariñena y otras, la mayoría, ligeramente rosa con destellos grises o blanquecinos, pero siempre jugosa y dulce, confiere al fruto una superioridad sobre el resto de sus congéneres, exigiendo en cualquier caso una extremada delicadeza para su recolección y envasado, que las permita ser presentadas a la venta con esa gran pomposidad con que la caprichosa naturaleza las ha sabido adornar.
Pero no sería más que una simple fruta si la cereza no se hubiera manifestado en su sabor de manera diferente a tantos frutos dulces y agradables al paladar como existen. Por ello se hace obligado efectuar una diferenciación en las familias de este fruto, para encontrarse con su más allegado pariente, de un sabor agresivamente ácido y conocido en el vasto mundo de las frutas por el nombre de guinda.
Una y otra variedad, aunque diferentes en sus sabores, tienen una presencia común, ofreciéndose en forma de bola generalmente pequeña, de 2 cms. de diámetro aproximadamente, unas veces ligeramente chatas y otras puntiagudas en su base, pero siempre con un fondo rojo en su piel exterior, siendo su carne en unos casos suficientemente blanda como para ser aplastada con la yema de los dedos y, en otros, con la su ciente textura como para chascar protestona al ser mordida para su consumo.
Pero sucede con la cereza, lo que en tantas otras manifestaciones de la vida, pues su bello y distinguido porte no responde en absoluto a sus cualidades alimentarias. En efecto, se trata de un fruto muy pobre en valores dietéticos que se limita a ofrecer su bajo contenido en azúcar, que generalmente no excede del 10 % .
Suele presentarse en los mercados unida al rabo, cosechada así para obtener una mayor consistencia y evitar que el fruto se desangre, cosa que ocurre fácilmente al ser apartada de su pedúnculo. Pero existen variedades resistentes, llamadas vulgarmente picotas, que por disponer de piel y pulpa de cierta consistencia, se permiten viajar a los mercados más alejados, desnudas y sin rabo, manteniéndose en consumo hasta los primeros días de septiembre. Es la cereza una fruta más de verano, que debido a su precocidad suele ser, después del níspero, la primicia que aparece a la venta en los incipientes días de calor que cada año, dejándose ver normalmente al discurrir las primeras semanas del incomparable mes de mayo.
En sus diferentes variedades, la cereza es un fruto concebido para su consumo en fresco y así se utiliza el mayor porcentaje de la producción, aunque también se presta, y con gran éxito, para la confección de mermeladas, siendo paradójico que un fruto rojo intenso, casi negro exteriormente, tenga necesariamente que ser mezclado con grosella u otros frutos para que mantenga su color y presentación al ser elaborada en conserva porque en esas circunstancias no es capaz de mantener su tonalidad por sí sola.
Y, refiriéndonos a las guindas, es importante significar que por su extremado sabor acídulo-amargo, son muy cotizadas en destilerías para la elaboración de licores y, sobre todo, para la fabricación de aguardientes, afición esta muy frecuente incluso a nivel familiar en épocas pasadas, donde era raro el hogar que no preparaba sus guindas en aguardiente, como salvaguardia de las dolencias intestinales.
En España tiene un alto valor comercial la cereza, existiendo zonas en Extramadura en que de su cultivo depende fundamentalmente la economía familiar, siendo muchos los hogares cuya vida discurre alrededor de los extremados cuidadados puestos en sus cerezos. Un espectáculo inimaginable, una vez bien entrada la primavera, nos lo ofrece el incomparable valle del Jerte (Cáceres) donde las laderas montañosas acogen paternalmente estas plantaciones y el paisaje ofrece mutaciones bellísimas a partir de abril, salpicando sus mil verdes de todo el año, con infinidad de diminutas pinceladas multicolores, de los variados tonos rojos que ofrecen las cerezas en su incipiente madurez. Pero también Zaragoza, Castellón, Barcelona, Navarra, Granada, Burgos y Alicante, disponen de importantes plantaciones y sus frutos suelen ser los pioneros de los diversos mercados europeos.
Las variedades más cultivadas en las distintas regiones españolas y que ofrecen su cosechas desde mayo hasta avanzado el mes de agosto son las siguientes:
—Burlat Moreau, Garrafal Napoleón, Garrafal Tigre, Ambrunesa, Pico colorado, Pico negro, del Ramillete, Ramón Oliva, Blanca de Provenza, Hedelfingen, Mollares y Garrafal de Lérida, entre otras.
En cuanto a las guindas, la variedad mayormente cultivada es la llamada tomatillo.
Si se juzga el fruto a través de los numerosos rastros que se remontan a la época Neolítica y Edad del Bronce, se llegara a la conclusión, de que la cereza estaba muy extendida desde los tiempos más antiguos. Precisamente por ello, y porque las raíces de su existencia se remontan y ocultan a tiempos oscuros y muy lejanos de la historia humana, resulta mucho menos fácil localizarla que a cualquier otra fruta. Remontándose al curso de los años, parece cierto que el mundo romano, que conoció únicamente las especies salvajes durante un largo período, comenzó a cultivar la cereza después de la guerra contra Mitrídates rey del Ponto; después de tener batido (64 años antes de Cristo) al célebre monarca de Asia Menor, los romanos ocuparon, entre otras, la ciudad de Cerasonte (hoy Kiresun) sobre el Mar Negro y a partir de este momento la búsqueda etimológica marca su ventaja con un suceso muy discutible, que los botanistas tienen todavía en entredicho; debió ser de esta ciudad de donde los conquistadores trajeron a Italia los frutos, que los griegos llamaban "kerasos", (término procedente del giro "kirash" donde la derivación iraní queda muy clara) . En estas circunstancias, resulta difícil saber si ha sido el fruto quien ha dado el nombre a la ciudad de Mitrídates, ó es la ciudad quien ha dado el suyo al fruto. De uno ú otro modo, el giro se manifiesta suficientemente claro, de "Kérasos" a "Cerasus" o "Cereza".
También Plinio se ocupa ampliamente del fruto y aporta nombres de variedades diferentes, tal como las bigarrosas, las negras y las rojas. La epopeya de la cereza continúa a través de los siglos, tal vez en razón a la facilidad que la planta ofrece para agarrar en las regiones más diversas y la rapidez de su siembra, tanto por medio de los animales —los pájaros sobre todo—, como por el hombre.
El cerezo europeo pertenece a la familia de las ROSACEAS, siendo la especie PRUNUS PADUS la que mejor desarrolla en las zonas de Europa y Asia. Y queda la duda de su origen, que bien pudo tenerlo en la Europa Central, donde debió prosperar espontánea en infinidad de bosques, o tal vez puede ser oriunda de los países del Asia Central.
El cerezo alcanza una altura, generalmente, de 5 m., aunque en regiones propicias llega a alcanzar hasta 30 m.; tiene un tronco liso y ramoso, copa muy abierta y hojas lanceoladas que proporcionan unas flores blancas, extremadamente llamativas. Aunque existen infinidad de variedades de reconocida calidad, deben resaltarse como las más importantes la especie PRUNUS AVIUM o cerezo común, y PRUNUS CERASUS como guindo garrafal.
Y es que las cerezas, unas veces carmín oscuro casi negro y otras, de color rojo exuberante, suelen pasearse presuntuosas por la mayoría de los mercados de la Tierra, rebosantes del sol que las madura en los largos y cálidos veranos de las zonas meridionales. También su pulpa, unas veces negra o tinta como los vinos de Cariñena y otras, la mayoría, ligeramente rosa con destellos grises o blanquecinos, pero siempre jugosa y dulce, confiere al fruto una superioridad sobre el resto de sus congéneres, exigiendo en cualquier caso una extremada delicadeza para su recolección y envasado, que las permita ser presentadas a la venta con esa gran pomposidad con que la caprichosa naturaleza las ha sabido adornar.
Pero no sería más que una simple fruta si la cereza no se hubiera manifestado en su sabor de manera diferente a tantos frutos dulces y agradables al paladar como existen. Por ello se hace obligado efectuar una diferenciación en las familias de este fruto, para encontrarse con su más allegado pariente, de un sabor agresivamente ácido y conocido en el vasto mundo de las frutas por el nombre de guinda.
Una y otra variedad, aunque diferentes en sus sabores, tienen una presencia común, ofreciéndose en forma de bola generalmente pequeña, de 2 cms. de diámetro aproximadamente, unas veces ligeramente chatas y otras puntiagudas en su base, pero siempre con un fondo rojo en su piel exterior, siendo su carne en unos casos suficientemente blanda como para ser aplastada con la yema de los dedos y, en otros, con la su ciente textura como para chascar protestona al ser mordida para su consumo.
Pero sucede con la cereza, lo que en tantas otras manifestaciones de la vida, pues su bello y distinguido porte no responde en absoluto a sus cualidades alimentarias. En efecto, se trata de un fruto muy pobre en valores dietéticos que se limita a ofrecer su bajo contenido en azúcar, que generalmente no excede del 10 % .
Suele presentarse en los mercados unida al rabo, cosechada así para obtener una mayor consistencia y evitar que el fruto se desangre, cosa que ocurre fácilmente al ser apartada de su pedúnculo. Pero existen variedades resistentes, llamadas vulgarmente picotas, que por disponer de piel y pulpa de cierta consistencia, se permiten viajar a los mercados más alejados, desnudas y sin rabo, manteniéndose en consumo hasta los primeros días de septiembre. Es la cereza una fruta más de verano, que debido a su precocidad suele ser, después del níspero, la primicia que aparece a la venta en los incipientes días de calor que cada año, dejándose ver normalmente al discurrir las primeras semanas del incomparable mes de mayo.
En sus diferentes variedades, la cereza es un fruto concebido para su consumo en fresco y así se utiliza el mayor porcentaje de la producción, aunque también se presta, y con gran éxito, para la confección de mermeladas, siendo paradójico que un fruto rojo intenso, casi negro exteriormente, tenga necesariamente que ser mezclado con grosella u otros frutos para que mantenga su color y presentación al ser elaborada en conserva porque en esas circunstancias no es capaz de mantener su tonalidad por sí sola.
Y, refiriéndonos a las guindas, es importante significar que por su extremado sabor acídulo-amargo, son muy cotizadas en destilerías para la elaboración de licores y, sobre todo, para la fabricación de aguardientes, afición esta muy frecuente incluso a nivel familiar en épocas pasadas, donde era raro el hogar que no preparaba sus guindas en aguardiente, como salvaguardia de las dolencias intestinales.
En España tiene un alto valor comercial la cereza, existiendo zonas en Extramadura en que de su cultivo depende fundamentalmente la economía familiar, siendo muchos los hogares cuya vida discurre alrededor de los extremados cuidadados puestos en sus cerezos. Un espectáculo inimaginable, una vez bien entrada la primavera, nos lo ofrece el incomparable valle del Jerte (Cáceres) donde las laderas montañosas acogen paternalmente estas plantaciones y el paisaje ofrece mutaciones bellísimas a partir de abril, salpicando sus mil verdes de todo el año, con infinidad de diminutas pinceladas multicolores, de los variados tonos rojos que ofrecen las cerezas en su incipiente madurez. Pero también Zaragoza, Castellón, Barcelona, Navarra, Granada, Burgos y Alicante, disponen de importantes plantaciones y sus frutos suelen ser los pioneros de los diversos mercados europeos.
Las variedades más cultivadas en las distintas regiones españolas y que ofrecen su cosechas desde mayo hasta avanzado el mes de agosto son las siguientes:
—Burlat Moreau, Garrafal Napoleón, Garrafal Tigre, Ambrunesa, Pico colorado, Pico negro, del Ramillete, Ramón Oliva, Blanca de Provenza, Hedelfingen, Mollares y Garrafal de Lérida, entre otras.
En cuanto a las guindas, la variedad mayormente cultivada es la llamada tomatillo.
Si se juzga el fruto a través de los numerosos rastros que se remontan a la época Neolítica y Edad del Bronce, se llegara a la conclusión, de que la cereza estaba muy extendida desde los tiempos más antiguos. Precisamente por ello, y porque las raíces de su existencia se remontan y ocultan a tiempos oscuros y muy lejanos de la historia humana, resulta mucho menos fácil localizarla que a cualquier otra fruta. Remontándose al curso de los años, parece cierto que el mundo romano, que conoció únicamente las especies salvajes durante un largo período, comenzó a cultivar la cereza después de la guerra contra Mitrídates rey del Ponto; después de tener batido (64 años antes de Cristo) al célebre monarca de Asia Menor, los romanos ocuparon, entre otras, la ciudad de Cerasonte (hoy Kiresun) sobre el Mar Negro y a partir de este momento la búsqueda etimológica marca su ventaja con un suceso muy discutible, que los botanistas tienen todavía en entredicho; debió ser de esta ciudad de donde los conquistadores trajeron a Italia los frutos, que los griegos llamaban "kerasos", (término procedente del giro "kirash" donde la derivación iraní queda muy clara) . En estas circunstancias, resulta difícil saber si ha sido el fruto quien ha dado el nombre a la ciudad de Mitrídates, ó es la ciudad quien ha dado el suyo al fruto. De uno ú otro modo, el giro se manifiesta suficientemente claro, de "Kérasos" a "Cerasus" o "Cereza".
También Plinio se ocupa ampliamente del fruto y aporta nombres de variedades diferentes, tal como las bigarrosas, las negras y las rojas. La epopeya de la cereza continúa a través de los siglos, tal vez en razón a la facilidad que la planta ofrece para agarrar en las regiones más diversas y la rapidez de su siembra, tanto por medio de los animales —los pájaros sobre todo—, como por el hombre.
El cerezo europeo pertenece a la familia de las ROSACEAS, siendo la especie PRUNUS PADUS la que mejor desarrolla en las zonas de Europa y Asia. Y queda la duda de su origen, que bien pudo tenerlo en la Europa Central, donde debió prosperar espontánea en infinidad de bosques, o tal vez puede ser oriunda de los países del Asia Central.
El cerezo alcanza una altura, generalmente, de 5 m., aunque en regiones propicias llega a alcanzar hasta 30 m.; tiene un tronco liso y ramoso, copa muy abierta y hojas lanceoladas que proporcionan unas flores blancas, extremadamente llamativas. Aunque existen infinidad de variedades de reconocida calidad, deben resaltarse como las más importantes la especie PRUNUS AVIUM o cerezo común, y PRUNUS CERASUS como guindo garrafal.
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