sábado, 11 de agosto de 2012
El alquequenje
Aunque es una planta naturalizada en Europa, y de hecho el cultivo del alquequenje se extiende por todo el litoral mediterráneo, es un fruto casi desconocido en España y rara vez hace su aparición en nuestros mercados, estando considerado a todos los niveles, como un fruto exótico más de cuantos esporádicamente aparecen al consumo, apreciado más como "novedad" —si circunstancialmente se encuentra en algún establecimiento especializado— que por sus cualidades gustativas, ya que ofrece generalmente un intrascendente sabor agradable, ligeramente acidulado, que recuerda de algún modo el gusto del tomate.
El alquequenje se presenta encerrado en un cáliz en forma de vejiga, con cinco o diez costillas muy marcadas, que cobija en su interior una baya pequeña y esférica, lisa y de color tímidamente anaranjado, en algunos casos sensiblemente rojiza, y con cierto parecido a la cereza. Aunque la pulpa ofrece una discretísima cantidad de vitaminas A y C desde un punto de vista higiénico, son más aprovechables para el organismo las propiedades laxantes y diuréticas que indudablemente ofrece su consumo. Según viejos textos de medicina medieval, con las hojas de la planta se obtenía "el vino de alquequenje" resultando la medicina ideal para conseguir una cura diurética y laxante.
Aunque puede ser comido al natural como cualquier otro fruto, su principal aplicación la encuentra en la elaboración de mermeladas y compotas o bien como complemento para preparados de repostería.
Aunque la planta vegeta espontánea con toda normalidad, en ribazos y colinas de Castilla, Cataluña, Aragón y sur de la Península, no se conocen cultivos importantes y sólo a título de capricho en fincas privadas, sobre todo de levante, Málaga y Granada debido principalmente a su bello porte ornamental, existen pequeñas plantaciones, pero suficientes para que cada año de manera intermitente haga acto de presencia el fruto en los mercados locales o cercanos a la zona de producción, en los meses de septiembre a octubre.
Es un fruto originario del Caúcaso y de la China, de donde pasó a América del Norte, habiendo tomado allí una forma espontánea. En Europa se encuentra en las zonas mediterráneas donde el clima se hace más dulce y también más al norte, en los países de la Europa central. Prospera en los bosques a partir del nivel del mar hasta la altitud en que lo hace el castaño.
Remontándose a los cuadros históricos, el alquequenje se encontraba en los
mercados de París en el año 1554, formando con otras flores bellos ramos verdes muy decorativos, que eran empleados como regalo.
Con más de cien especies, el alquequenje compone el género "PHISALIS" clasificado por Linneo en 1735. La etimología de su nombre debe buscarse en una palabra antigua que se pronuncia "Phisan" que significa "vejiga", tal vez motivado por el aspecto de su envoltura, que esconde el fruto a los depredadores, tales como pájaros y otros animales. No debió ser conocido el fruto por griegos y romanos, ni tampoco por otras civilizaciones del Oriente medio, ya que no existe alusión alguna en los escritos referida al alquequenje. El fruto comenzó a ser conocido en la época de los grandes descubrimientos geográficos y los exploradores del Nuevo Mundo lo difunden y propagan con nuevas plantas traídas de América.
El género PHISALIS de Linneo comprende especies de la familia de las SOLANACEAS, tribu de las SOLANEAS y subtribu de las SOLANINAS; son hierbas lampiñas o peludas de pelos estrellados, con hojas sencillas, de vez en cuando lobuladas, corola blanca, amarillenta o violeta. Incluye unas cuarenta y cinco especies de porte muy parecido, la mayoría de regiones cálidas de América. El PHISALIS ALKEKENGI se ha extendido por toda Europa y Asia y es conocido vulgarmente también por agnaymartu o vejiga de perro. Unas especies son originarias del Perú, como P. PUBESCENS y otras como P. ANGULATA conocida también por tomate de invierno, proceden de la India.
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